martes, 30 de octubre de 2012



EL ARTE DE CAER
Caer es síntoma de estar vivo. Caer y saberse levantar con dignidad, es el arte de dominar el suelo. Caer, levantarse e intentar reconstruirse para volver a subir, es el arte de dominar la vida. Cuanto más duro el golpe, más firme estará el suelo para volver a construir. Caer no marca el final de nada ni de nadie; solo es el principio de una nueva etapa, un suelo nuevo desde dónde comenzar y como casi todo, las caídas con  los años se convertirán en memorias y se las recordará con la resaca del dolor o con la pasión que el corazón aguante y hasta  habrá más de una que ya ni recordaremos pero lo cierto es que, en medida que pasa el tiempo, pasarán a ser la ilustración del cuento que contamos. En lo personal, puedo decir que se me ha visto caer de pie, con la precisión y elegancia de un acróbata, también de culo,  torpe y pesado como una vaca, despatarrado, pata arriba, pata abajo, con las dos patas metidas hasta el fondo y lo peor es que, a mis treinta, aún me faltan menudas piruetas por hacer en el aire y en el suelo. Hablo del circo de la vida (un espectáculo cruel), hablo de ese billete “one way” hacia el amor (sale carísima la vuelta cuando no funciona), hablo de saber ser lo humanamente susceptible para dictar sentencias razonablemente justas y tener la humildad necesaria para entender y aceptar  la culpa en la eterna querella de la vida; perdonar y pedir perdón. Perdonar nos prepara para un nivel emocional superior y la culpa aceptada, asumida, reflexionada y entendida, también. Algunos le  llaman derrota y contrario a lo que definen los diccionarios, no me parece que sea “un fracaso”, ni un “sometimiento”, ni un “vencimiento”, mucho menos una “pérdida”. En el ser humano, la derrota solo es una lesión al anhelo por algo, una dosis amarga de humildad para el ego,  un memorandum interno en el que la vida nos recuerda que “humano” y “efímero” son la misma cosa.